Ya
había dejado de preocuparme de los peros, los quizás y
los “y si...”. Todo aquello era basura para mi autoestima y para
mis metas. No tengo ningún plan, no espero conseguir nada
maravilloso, ni quiero un “para siempre”.
Ahora
mismo vivo el momento, me encierro en la dicha que siento, dejándome
acunar por la extraña y cálida felicidad que me inunda.
Yo
sé de sobra que no voy a ser alguien recordado por muchos y
durante mucho tiempo, ni tan siquiera mis unas absurdas palabras en
un papel.
Admiro
la belleza de hombre y de persona que tengo durmiendo junto a mi, le
cuento una a una sus largas pestañas morenas, resigo con la
lengua en la costura de mi boca la forma de sus labios tan sensuales,
deslizo mis dedos por los suyos fuertes y largos, me quedo extasiada
con su aroma.
Cierro
los ojos y me dejo llevar al mundo que él y yo hemos creado,
donde ya no existe el dolor, ya no nos espera hipocresía,
donde ya no hay lugar para la destrucción.
Ahora
solo miramos hacia delante, acarreando el pasado bien guardado en los
confines de nuestra memoria, siguiendo con nuestra vida, esperando
otra. Hasta el día en que nos vayamos definitivamente.
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