En
estos momentos me siento tonta, muy tonta. Triste como nunca,
deprimida y desesperada porque estaba loca solo de pensar en que ya
te habías aburrido de mi.
Y
ahora estoy aquí sentada en el borde de mi cama. Tu apoyado
contra el escritorio lleno de los papeles mojados por mi lágrimas
con trazos nerviosos e irregulares de mi enfado. Mi enfado contra ti,
por haberme olvidado, por no llamarme, por no venir a buscarme...
Y
ahora sentada en el borde de mi cama, tu apoyado en mi escritorio.
Cubres el rostro con una mano magullada en los nudillos pelados,
cubres tu vergüenza por haber sido golpeado, cubres la belleza
que amo.
-¿Estás
bien?- pregunto con la voz trémula y ronca del llanto.
-Si-
tu voz es plana sin revelarme nada.
-¿En
serio?- apartas la mano del rostro y me miras con ojos entrecerrados-
No lo parece...
-Estoy
bien, es solo que estoy cansado- te levantas y te quedas parado como una
estatua, me miras...¿me miras?
El
silencio vuelve a rodearnos, es intenso, pesado y frío. Si,
muy frío. Agacho la cabeza, me miro las mano entrelazadas
encima de mis piernas, las lágrimas vuelven a acumularse tras
mis ojos. Noto que te pierdo.
-No
te preocupes por nada. Estoy bien. Estamos bien- me dices con
seguridad.
-¿En
serio?- las lágrimas asoman y se deslizan por mis mejillas.
¿Por
qué diablos solo lloro contigo?¿Por qué no puedo
aguantar hasta que te vayas?
-En
serio, confía en mi- noto una sonrisa en tu tono- Parece que nunca te
crees nada de lo que digo, siempre con “¿en serio?”.
Te
agachas a mi altura, estás de rodillas frente a mi, me coges
las manos frías y las calientas con las tuyas, noto la
aspereza de tus palmas.
Te
miro el rostro, dios...¿qué te han hecho?. Tu ojo
izquierdo amoratado, tu labio partido, y tu mejilla izquierda
lacerada.
-¿Cuantos
golpes más tienes?- te acaricio el rostro con mi mano y
cierras los ojos, tu semblante parece relajado ahora.
-Tengo
alguno más, pero nada grave, pequeña. Nada que no pueda
soportar- me guiñas un ojo y sonrío.
-Pensaba
que estabas enfadado conmigo...
-No
quería meterte en mis problemas...
-Pensaba
que te habías aburrido de mi.
Me
miras de hito en hito, contienes una sonrisa, agachas la cabeza,
suspiras.
-Nunca
me voy a aburrir de ti.
-¿Por
qué no?
-Todavía
me faltan muchas piezas para resolver tu puzzle.
-¿Cuando
las tengas todas me dejaras?
-Es
imposible tenerlas todas, estás en constante cambio,
evolucionando. Nunca lograré aburrirme de ti, aunque lo
intente, me coges la cara con las manos y me besas con fiereza.