jueves, 28 de marzo de 2013

...Ese estado de absorción del cansancio...

Se pulió lo que le quedaba en el vaso y apoyó los codos en las rodillas. En cuestión de momentos estaba dando cabezadas, se le bajaban los párpados. Cuando comenzó a inclinarse a un lado, se dejó ir aunque no estaba seguro de en qué dirección iba, hacia las almohadas o al edredón revuelto.
Almohadas.
Subiendo los pies a la cama, tiró de las mantas sobre sus caderas y tuvo un momento de colapso dichoso. Quizá esta noche se rompería el ciclo. Quizá este glorioso hundimiento de alivio le succionaría al agujero negro que estaba esperando. 
Quizá…
Sus ojos se abrieron de golpe y miró fijamente en la densa oscuridad. 
No. 
Estaba agotado hasta el punto de la inquietud, no sólo despierto… pero le picaba el culo de lo alerta que estaba. Mientras se frotaba la cara se figuró que este estado contradictorio de las cosas era el equivalente cognitivo a los abejorros siendo capaces de volar: los físicos mantenían que no era posible pero aún así sucedía todo el tiempo.
Rodó de espaldas, cruzó los brazos sobre el pecho y bostezó con tanta fuerza que le crujió la mandíbula. Era difícil saber si encender la luz. La oscuridad amplificaba el remolino de su cráneo, pero la lámpara hacía que le picaran los ojos hasta que sentía como si llorara arena.
Generalmente, alternaba entre encender y apagar la bombilla.

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