lunes, 18 de marzo de 2013

Ser, sólo ser sin más.


¿Qué es lo que te hace pensar?¿Qués es lo que te hace levantarte todos los días?¿Qué es esa palpitación que surge dentro de tu pecho?¿Qué es lo que te hace vibrar?¿O solo es un sensación?
Veintiún gramos es el peso que perdemos nada más morir, tal vez sea el peso de nuestra alma, esa misma que Platón decía que entraba y salía de nosotros por la boca...El último aliento de vida es en realidad, es entonces la salida de nuestra alma del cuerpo.
No sabemos si en realidad existe ese ente que nosotros llamamos alma, que nosotros los humanos nos hemos otorgado por el beneplácito de considerarnos más razonables y superiores a otros seres.
Incluso, en nuestra propia ignorancia, hemos creada las religiones, medios para explicar aquello que no entendemos; supersticiones para responder a hechos difíciles de aceptar; reglas para convivir como nosotros decimos en paz.
Pero todo ello lo olvidamos o lo aplicamos de la forma más incorrecta que se nos ha ocurrido.
En mi fuero interno creo y acepto que somos tan sólo una especie más de ser que habita en este planeta, igual en condiciones y derechos a los animales de otra especie y plantas.
Pero lo que la sociedad humana nos inculca desde que nacemos es considerarnos superiores a todo lo demás. Desde nuestros primeros pasos en el mundo formado por el capitalismo nos estrellamos en un remolino de deseo y poder, dos cosas que nosotros no conocemos realmente en todo el sentido de su significado más original.
No entendemos que aquello más placentero y hermoso no es “ser más” sino “ser”, solo ser.
Somos aquello por lo cual nos han creado, enseñado y mandado. Somos, pero no un producto libre, sino meticulosamente estudiado y moldeado por todos los demás, incluso por aquellos que ni siquiera se ocupan de la relativa educación de sus progenitores.
Dentro de las sociedades, nos dicen, nos enseñan que somos seres libres. Pero es una falacia. Nacemos y nos adjudican un nombre que no hemos elegido, nos enseñan las cosas que ellos consideran necesarias y nos ocultan aquellas que odian o rechazan, nos registran en una creencia que no conocemos con unos días de vida, nos encadenan a un destino que nosotros no hemos elegido.
Y todos ellos se creen superiores. Están satisfechos de haber creado otro ser igual de arrogante e ignorante de la Realidad que ellos creen conocer.
Arrogantes por creer en un más allá.
Somos solo organismos vivos, con conciencia, pero cuando dejamos de vivir nos convertimos en podredumbe, no vamos a un cielo, paraíso o nirvana para toda la eternidad.
Los que no creemos en ello respetamos a los que si creen.
Pero las religiones no están preparadas para respetar y convivir con los llamados ateos.
Te inculcan, te enseñan, te moldean...Pero no te ayudan a nada, no te ayudan a ser, solo te ayudan a existir en lo que creen verdadero y único.
La crueldad de la que hace reflejo la Historia nos muestra este hecho. Pero seguimos sin comprender, sin aceptar, sin entender, sin escuchar...Encerrados todos a cada uno de nosotros dentro de lo que creemos ser.

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